Monday, September 2, 2024

Redescubriendo las Antiguas Costumbres Católicas: Un Acto de Libertad y Amor



Descubrí hace poco el Catecismo Mayor de San Pío X. Cuando digo "descubrí" la verdad es que sabía de su existencia hace tiempo, pero no había tenido interés en leerlo. Pueden encontrarlo en el sitio web del dicasterio para el clero (aquí) o en la app "iPietá" que es donde suelo leerlo. 

Este catecismo está escrito como una serie de preguntas y respuestas, y resulta muy interesante de leer por su claridad, uso de lenguaje sencillo y por lo conciso que es. Por ejemplo, respecto de cómo recibir la Sagrada Comunión, el catecismo de San Pío X dice así:

643.- ¿Cómo hemos de estar en el acto de recibir la Sagrada Comunión? - En el acto de recibir la Sagrada Comunión hemos de estar arrodillados, tener la cabeza medianamente levantada, los ojos modestos y vueltos a la Sagrada Hostia, la boca suficientemente abierta y la lengua un poco fuera sobre el labio.

Llama la atención que en un catecismo relativamente breve, se tome el tiempo el santo padre de incluir puntos como este. Hay varios más. A San Pío X le debemos que los niños reciban su primera Comunión cuando más pequeños, y la práctica tan extendida de la Misa Diaria. Le llaman el "papa de la Eucaristía" y "patrón de los catequistas". Algo sabía el santo padre sobre la importancia de la forma como reflejo, y condicionante, del fondo; y de la importancia de los signos exteriores para la catequesis. "Somos almas encarnadas" diría un buen amigo. 

Este aspecto de la vida sacramental del católico, junto con muchos otros, se desreguló después del Concilio Vaticano II. Es decir, la Iglesia dejó de exigir al respecto. El resultado, a la vista de todo el que quiera echar una mirada, es que algunas expresiones de piedad se han reducido a su mínima expresión. Si preguntas por ahí te dirán "eso ya no se hace". Alguien que piense parecido a mi se lamentaría y vería la necesidad de re-imponer estas costumbres desde arriba... a lo que digo: quizás. Pero...

Me gusta ver el tema desde otro punto de vista: desde la libertad y el amor. Efectivamente el que no sea necesario recibir la comunión de rodillas no tiene nada que ver con el que la Iglesia lo recomiende y lo deje a nuestra libertad. No tiene nada que ver con el hecho de que sea algo bueno (è cosa buona e giusta, es la respuesta al misterio de la fe en italiano). Me parece que es muy bueno recibir a nuestro Dios, cuando se nos da en Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de rodillas... con el cuerpo rezando. No sé si estarás de acuerdo: si ante el Nombre de Jesús "toda rodilla se doblará" ¿qué sucederá ante su Presencia Real? Deberíamos estar por los suelos, en parálisis y asombro. Y... ¿Si entrase en nosotros?

Yo la costumbre la tomé durante la pandemia. Al vernos enfrentados a la obligación de recibir en la mano, fuimos muchos los que con naturalidad compensamos esta reducción en reverencia arrodillandonos para recibir. Muchas veces tocaba comulgar en la calle, fuera de la Misa, con el Santísimo ahí... a la vista, en un rito sencillo pero que llamaba a responder con adoración a Cristo que salía por nosotros muchas veces por entre las rejas. Levantadas las restricciones nos quedó, al menos a mi familia y a mi, la necesidad de estar de rodillas en ese momento.

Conozco al menos dos lugares en Santiago de Chile (bueno, tres pero a ese otro no he ido) donde hay reclinatorios para recibir al Señor de rodillas. Fue maravilloso ver que para la Adoración Nacional a Cristo Rey también se incentivó esta práctica de piedad de tan profundo significado y arraigo histórico. 

En estos tiempos de menor regulación de la vida de piedad, tenemos la gran bendición de poder mirar estas antiguas costumbres y retomarlas en un acto positivo de amor. Por que "me da la gana", que, haciendo eco de un santo por ahí, al final es una razón muy sobrenatural. 

¡Que maravilla poder adorar a Dios, como la Iglesia siempre lo ha hecho, pero con el corazón libre, desatado, sin más razón que querer demostrarle amor a Aquel que no es amado!

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